Existe un interesante relato que tiene su origen a lo largo de los siglos VIII y X de la dinastía china Táng, que nos presenta a una joven, a una muchacha de nombre Yeh Shen. Es muy bonita, y dispone de unos pequeñísimos pies que la diferencian del resto de jóvenes. Recordemos que es en esta época cuando empieza precisamente a ponerse de moda lo que ellos llaman “pies de loto”, donde, un pie no debía mediar más de diez centímetros para poder considerarse hermoso.
Toda una “tortura china” desde luego, algo que obligó a muchas niñas a tener que ajustar sus zapatos para impedir así el correcto crecimiento del pie. Pues bien, en el relato asiático de la Cenicienta, Yeh Shen es la hijastra de una mujer malvada que la humilla y que la hace trabajar para el resto de sus hijas. Es la criada de casa y el centro de todas las desdichas.
Y obviamente, un buen día se celebra un baile en la región. Un acontecimiento que le es vetado a la joven Yeh Shen, siendo encerrada bajo llave porque su madrastra y hermanastras la consideran demasiado bella para asistir. Una rival peligrosa. El único amigo del que disponía la protagonista era un bonito pez de colores, pero su madrastra, cruel hasta el extremo, temiendo que el animal pudiera ayudarla de alguna forma, lo cocina y se lo come.
Una tragedia. Pero la chica guarda las espinas sabiendo que son mágicas, e invoca a los espíritus para que la ayuden. Y así lo hacen… Yeh Shen acude al baile con un precioso vestido y unos bellos -y diminutos zapatos-perdiendo uno en su escapada antes de que la magia terminara, tal y como nos cuenta el relato que todos conocemos.
Obviamente el emperador se enamora de ella, quedándose con ese zapato perdido y proclamando el edicto de que, la muchacha que entrara en dicho zapato habría de ser su esposa. Ante esta irresistible proposición, lo que hace la madrastra es cortar los dedos de los pies de una de su hijas para que lograra pasar la prueba. Al ver que no funciona, le corta los talones a otra de sus hijas. Pero el engaño -y la tortura- es descubierta y la malvada mujer es arrojada a un pozo. Y sus hijas… apedreadas hasta la muerte.
Finalmente, Yeh Shen, aparece junto al emperador calzándose a la perfección el zapato perdido. Un final feliz al gusto de todas las culturas y una versión muy parecida a la que todos conocemos, sin duda.
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