La historia de
la Cenicienta es sin duda uno de los relatos más clásicos de la
Antigüedad. Dispone de una larga tradición oral y escrita que lo entrelazan
desde la cultura Egipcia
hasta la cultura Griega. Los
elementos que casi siempre parecen repetirse son precisamente esos acompañantes
sobrenaturales que ayudan a la protagonista, como las palomas, animales que en
Grecia siempre se asociaban con la diosa Afrodita.
Es
precisamente en la tradición Greco-Egipcia donde encontramos a la primera
“Cenicienta”, pero ésta vez de nombre Ródope, una muchacha griega
de cabellos claros y
piel muy blanca que es raptada por unos piratas para ser vendida en Egipto como
esclava. Como no puede ser de otro modo, Rórope entra a trabajar en una casa
donde es despreciada por siervas libres, chicas que la humillan por ser
diferente, de otra raza.
Un día,
mientras Rórope trabajaba en sus arduas tareas como esclava, entra un Halcón y
le roba una de sus sandalias. Era el dios Horus
Egipcio, quien huye
audaz para ir hasta el faraón de Egipto y dejarle caer esa intrigante sandalia.
¿Por qué lo había hecho? El Faraón Amosis I, supo interpretarlo de inmediato:
era una señal de los dioses. Debía buscar a la dueña de esa sandalia para
hacerla su esposa.
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